2007/03/05

Viaje bodeguero (II)

La primera bodega en la que paramos fue la Bodega Palacios. La más grande de las tres que visitamos, se trata de una bodega realmente grande. La enóloga que nos atendió –amable a más no poder-, nos llevó de visita comentándonos de un modo muy ameno y muy básico en primer lugar todo el proceso de la fabricación de sus vinos. Es una bodega realmente moderna, con máquinas inmensas para el despalillado y limpieza de las uvas. Las instalaciones de fabricación del vino estaban impolutas. Los grandes tanques (unos 12 metros de altura) color granate donde se realizaba en vino cuando primaba la elaboración de vino en cantidad en lugar de calidad presidieron esta primera parte de la visita.

El hecho es que se trata de una bodega centenaria, pero que en los últimos años no ha querido perder el tren de las nuevas tendencias, y se ha apuntado a la modernización tanto del proceso como de las instalaciones, algo que se nota por ejemplo en sus barricas de roble francés completamente nuevas (el 90%) que vienen a costar del orden de los 500 euros cada una.

A partir de ahí bajamos a la bodega. Tenían preparado una barrica de vino mezclado con agua con un neón en su interior, de modo que al encender este, podía explicarnos de un modo totalmente intuitivo la distribución del vino en el interior durante el periodo de envejecimiento.



La bodega era realmente impresionante por su tamaño, y la cantidad de barriles que almacenaban en la misma. Nos llevó a un apartado donde tienen los vinos de más calidad, y que está dedicada al fundador de la bodega. Las lámparas del techo unida a la distribución de los barriles a ambos lados, le daban una impresión señorial, que supongo que era lo que querían conseguir.



Tras una breve incursión al fondo de la bodega, llegamos a la salita en la que tenían preparada la cata de tres de sus vinos.



En primer lugar catamos el “Cosme Palacio y Hermanos Crianza Blanco”. Un vino de viura, uva característica de la zona y realmente delicioso para todo tipo de entrantes y pescados. Afrutado y fresco, pero con mucha fuerza.

Luego proseguimos con dos vinos tintos, un crianza y un reserva a cual mejor. Los detalles de los mismos, los pondré cuando recupere la documentación con la que nos obsequiaron, completa y perfectamente encuadernada. Se acercaba la hora de comer y nos habíamos metido tres vinos para el cuerpo, lo cual se dejaba notar en la mesa antaño impoluta:



Volvimos por donde habíamos entrado, entre los barriles de la bodega:



Para comer, nada mejor que el restaurante-hotel de la misma bodega, ubicado en el edificio de la bodega antigua, y ahora completamente reformado con un gusto indudable. Los entrantes acertados y ligeros, se complementaron con un primer plato de pochas con setas –de escándalo-, y con un segundo de cordero asado a las hierbas, el más impresionante que recuerdo haber probado nunca –ni tan siquiera en Segovia-. Se podía comer prácticamente con el tenedor y sin ayuda de cuchillo porque se deshacía, y regado por supuesto con uno de los vinos de la casa, el “Glorioso” crianza. Para acabar, un milhojas con salsa de chocolate y un café más que bueno. Se imponía un paseo hacía el pueblo para visitar la siguiente bodega tras haber intentado bajar la comida, dejando atrás el restaurante bodega que tan bien nos había tratado...

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