2007/03/05

Viaje bodeguero (IV) y fin

Vuelta al hotel para ponerse guapo (el que pudiera, no es mi caso) y en 45 minutitos otra vez montados en el autobus, que nos planta en la plaza del Espolón, en el centro mismo de Logroño. Esta es una ciudad que a primera vista no me llamaba en absoluto, pero en la que después de haber estado una noche, no me cabe duda que intentaré volver. El ambiente era realmente animado. Gente por todos lados y buen rollo a raudales. Después de dar una vuelta por la zona del casco antiguo, con la catedral y la plaza del mercado, nos dirigimos a la calle del Laurel, también conocida por “la senda de los elefantes”, debido a las trompas que se pilla la peña en tan insigne lugar.



Yo que soy de tierra de tapeos, no puedo dejar de alabar lo que me encontré por allí. En el bar Angel, se ofrecía una tapa única consistente en tres champis al ajillo puestos en torre coronados por una gamba sobre una rebanadita de pan. También se estilaban tapas y raciones como los “cojonudos” –pan con picadillo y huevo de codorniz-, las setas con jamón o los pimientos rellenos de gambas. La mezcla de cocinas vasca y castellana, hacían de la gastronomía de esta zona un lujo. Tras comer y beber un buen rato, a recuperar fuerzas, para la mañana siguiente, una última visita, esta vez en Samaniego, para visitar las bodegas de Remírez de Ganuza.



Una vez dejado el hotel –tras el desayuno e hidromasaje correspondientes- a la mañana siguiente llegamos a las 11:45h a Samaniego. Otra bonita ciudad, mezcla de historia y modernidad encajadas de un modo armónico casi milagroso. Al lado de la iglesia del pueblo nos reciben en la bodega y un enólogo –creo recordar que se llamaba Luis-, nos baja a una parcela de viñedo muy próximo a la misma, para mostrarnos las cepas podadas y desnudas, y el modo como han apuntalado las viñas.



Al subir de nuevo al pueblo, nos recibe Fernando el dueño de la bodega. Este hombre es un precursor, uno de los empresarios del vino que está revolucionando el concepto de hacer vino en la Rioja. Fue el primero que empleó la separación de uvas de modo manual para eliminar las que no pasasen ciertos criterios y también instaura la instalación de camaras frigoríficas que son utilizadas durante un único día, el de la recogida de la uva antes de la comentada selección. En la bodega nos cuenta como tiene la intención de ir mejorando año a año sus vinos, porque piensa que cada año comete ciertos errores que va rectificando según su experiencia. Nos contó de un modo ameno cómo comenzó en el negocio con anédotas realmente divertidas y finalmente nos bajó al almacén donde se realiza el prensado de la uva, mediante un método innovador que solamente él utiliza, y a partir de una idea que le dio un hombre de campo. En las tinajas de acero inoxidable donde se realiza el prensado, se introduce por la parte superior un “toldo”, una estructura de una tela especial que posteriormente se va llenando de agua lo que produce que la uva se exprima en el interior de la cuba y pueda el mosto pueda ser extraido sin haber tenido contacto alguno con el aire, y por tanto, sin oxidación.

Finalmente bajamos a la bodega dónde nos mostró sus barricas de roble francés y su inmenso botellero, así como una prensa de vino de 300 años de antigüedad que él mismo ha restaurado. Nos mostró también la zona de limpieza de barricas, haciendo hincapié en la extrema limpieza de las instalaciones, al contrario de lo que aboga la tradición.







La visita finalizó en un pequeño salón / recepción, y a mi me dio la impresión que también salón familiar, dónde nos dio a catar tres de sus vinos, acompañados, todo hay que decirlo de unos platos colmados de ibéricos obsequio de la casa y de unas explicaciones tremendas de Fernando. Comenzamos con el jóven de maceración carbónica, el “R.” del 2006. Según sus propios comentarios, un vino que aún no ha llegado donde tiene que ir, pero que en 15 o 20 días estará en su punto. Aún así, nos sorprendió a todo el sabor a plátano y frutas, a regaliz y a piruleta tan potente. Un vino que descoloca y un cambio agradable.

A continuación llegó el vino que más me ha gustado durante todo el fin de semana. El “Fincas de Ganuza” Reserva del 2003 es un vino que ya con el olfato te deja un regusto a frutas y algo de cuero, pero que en boca, tras un paso contundente y suave, deja en la boca un dulzor que pocos vinos me han transmitido. Se va a convertir sin duda en uno de mis vinos de cabecera.

Finalizamos con otro gran vino, el “Remírez de Ganuza” Gran Reserva. Este vino es sin duda un fuera de serie, menos oloroso que el anterior, pero igualmente contundente en boca y un final que tarda en retirarse con tacto muy prolongado. Solo lo dejo por debajo del anterior, porque la relación calidad precio y mi nivel adquisitivo de adaptan mucho mejor al de gama intermedia y probablemente no soy capaz en mi modesto entender de apreciar todo lo que da este último vino –y menos con el tute que llevaba todo el fin de semana-.

Tras finalizar la visita, prevista para 2 horas y que duró 3, nos retiramos a Elciego para comer antes de coger el bus de vuelta para Madrid. En esta pequeña localidad coronada por una iglesia muy espectacular se encuentra la famosa bodega diseñada por Frank Ghery –arquitecto del Guggenheim-, y que, más allá de los debates acerca de si rompe o no el paisaje, de si es bonito o feo, no cabe duda que destaca.



Y poco más. Que volveré en cuanto pueda a la Rioja –la gente es super amable y simpática, los pueblos tienen mucho encanto, y la gastronomía es para escribir otro texto como este-, y si no, al menos intentaré descubrir más modos de hacer vinos y más bodegas en futuros viajes.

Si habeis llegado hasta aquí, espero que al menos os hayais entretenido un rato.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante tu relato ;-) Tomaremos nota para nuestra proxima excursion riojana. Te veo hecho ya un experto en vinos eh? Pq supongo q lo del platano y el cuero q dices de verdad lo notaras jejeje...

zorro rojo dijo...

Te juro que es cierto... al principio cuesta, y desde luego, no soy un enólogo profesional. Pero ciertos olores si que se van pillando poco a poco. Los de frutas son muy fáciles y luego otros ya no tanto. Os puedo recomendar el sitio donde hice el curso de cata, que no es tan caro como las barbaridades que cobran por ahí...

Sil dijo...

Lo tengo bien apuntadito Al-Qatar, ya he llamado varias veces, pero ahora con el verano por medio era más complicado. De este otoño no pasa, fue mi regalo de cumpleaños para Lolo, así es que hay que cumplir y después...a ver si organizamos una escapada Riojana para el año que viene y disfrutamos juntos de unas tapitas en la calle Laurel!